Por Cristina Bulacio

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Aquella frase de Pascal “El corazón tiene razones que la razón no comprende” es quizás la más adecuada para mirar de cerca a Jorge Estrella, con las luces y sombras que todos cobijamos en nuestra intimidad. Un hombre de mente lúcida y corazón herido. Nos conocimos jóvenes, fuimos siempre amigos, aunque pasaran años sin vernos. Nos unió nuestra común vocación filosófica y la admiración y cariño por Genie Valentié, en cuya casa nos encontrábamos a menudo solo para hablar de filosofía y de la vida y de Borges.

Hubo acontecimientos que marcaron a fuego su vida. Fines del 74, nuestro país vivía tiempos oscuros. En una reunión social se me acercó un militar de alto rango e inesperadamente me preguntó “¿Sos amiga de Jorge Estrella? Dile que me vea, urgente”. Lo fue a ver, un hombre de bien –a quien Jorge le debe la vida-, y el militar le dijo que “algunas cosas se les habían ido de las manos” y que convenía que se fuera. Tenía con ver con su apellido, con un artículo sobre Marx publicado en LA GACETA Literaria, con una propiedad heredada en Vinará que parecía servir de cobijo a guerrilleros. Se conjugaron un cúmulo de hechos absurdos y confusos. Azorado, recurrió a sus amigos y partió a Chile, donde un profesor le había ofrecido ingresar a la Universidad.

Los avatares de la familia continuaron. Fines de 1975, mi esposo recibe un contrato de la ONU. Partimos a vivir a Montevideo. Un tiempo después viene Miguel Ángel, su hermano tan querido, a tocar un concierto al que asistimos. A los pocos días, cuando lo llamo para invitarlo a casa, una extraña voz me dice: “no llame nunca más”. Miguel Ángel había sido encarcelado en Montevideo; sobrevivió solo porque artistas europeos intercedieron por él.

Quizás esas fueron las paradojas que marcaron su vida e hirieron de muerte su corazón. No eligió México, ni Venezuela, ni España, eligió un país gobernado por militares y con una persecución ideológica tan intensa o más que la nuestra. Pero él nunca fue molestado. Allí pudo vivir, enseñar, tener su segundo hijo. Eso los llevó a simpatizar con el país y el sistema, y en consecuencia a ser mal vistos en algunos ambientes. Añoraban volver a Tucumán, y cuando lo hicieron se crearon a su alrededor situaciones muy difíciles de soportar.

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Cristina Bulacio - Doctora en Filosofía, profesora consulta de la UNT.